lunes, 29 de octubre de 2007

El juego en el niño pequeño

El niño comienza a jugar en su cuna. Es allí donde el bebé inicia sus primeros movimientos juguetones. Descubre después sus manos y pies, y juega con ellos. Luego se da cuenta que puede agarrar cosas, y todo aquello que queda al alcance se transforma en un instrumento de entretenimiento, que puede ser tocado, agarrado y llevado a la boca. La atracción por agarrar los objetos le ayuda a reconocerlos.
El niño pequeño es individualista e incluso egoísta en su juego. Fuera de su casa prefieren jugar solo con la arena y el agua, encaramarse por todas partes o hacer grandes viajes con su triciclo. En los años siguientes este tipo de juego evoluciona gradualmente hacia la pelota, el correr, y los juegos de salto. Después ya prefiere los juegos de competición. Durante este tercer y cuarto año el niño, que ahora ya posee el control de su cuerpo, comienza a encontrar atractivo en toda clase de juegos constructivos. Los ladrillos y los tacos de maderas para construir se encuentran entre sus juguetes favorito, y aparecen también las primeras tentativas de pintar o confeccionar algo. Al aire libre construye castillos de arena y con ayuda de viejos materiales se levanta las estructuras mas sorprendentes. De un valor especial resultan ser los bloques de madera, que permite al niño jugar fuera de casa sobre la arena. Simultáneamente empieza a imitar todas las cosas que ocurren alrededor. Son los años de la imaginación, en que el juego va acompañando con grandes dosis de irrealidad. Se conoce como la edad de la fantasía. En el juego el niño se transforma en sí mismo en distintas personas, animales e incluso objetos. La mesa de la sala puede ser un castillo, un barco, un coche, un avión. Los juegos imaginativos le ayudan a sobreponerse de su pequeñez. En su juego el se evade de todas las preocupaciones de su corazón.
Tal capacidad de imaginación, en la que residen las bases del juego del niño pequeño, cede más tarde y poco a poco su puesto a los autoengaños conscientes (k. Lange ); el juego adquiere entonces un valor estético. La experiencia a demostrado que, en términos generales, los niños dotados de buena fantasía encuentran mayor alegría y se entretienen por más largo tiempo con los objetos mas simples que con los complicados juguetes modernos, ya que en los primitivos cumplen mejor su objeto de autoperfeccionamiento del niño, de excitación de la fantasía, de ejercicio de la inteligencia práctica y de la habilidad, que aquellos magníficos juguetes que se lo dan todo hecho al espíritu infantil y que además deben ser tratados con gran delicadeza. El niño adora al horrible muñeco que soporta todos los tratos, por muy malos que sean. Mientras el niño se halle entregado por completo a la ilusión, jamás adquirirá noción de la apariencia y de la realidad de los acontecimientos del juego.
El niño pequeño prefiere los juegos de ilusión, jugar con objetos, que solamente son símbolos de aquello que está representado en su imaginación: Obsérvase asimismo que el niño es muy serio en sus juegos y que le agrada muy poco que se le moleste o que se rían de el cuando juega.
El Agua es uno de los elementos que los niños, tanto grandes como pequeños, prefieren para jugar, sin sentir fastidio, durante largas horas, lo mismo sucede con la arena. En la primera niñez también se juega con piedrecitas, bolitas de cristal y trozos de papel de colores. El niño pequeño necesita de un objeto para poder jugar; si carece de él, solamente con la ayuda de un adulto podrá jugar con otros niños de su edad, pues la imaginación no está todavía lo suficientemente desarrollada para que el niño pueda desplegar espontáneamente su actividad en el juego. En estos juegos de fantasía tienen sus inicios las actividades artísticas de la vida posterior, ejecuciones de amateurs, representaciones teatrales, música y artes visuales.
A los seis años empiezan con los juegos sujetos a reglas fijas y realizados conjuntamente con otros niños. Ej. carreritas, bolitas, saltos, ladrones y policías. En estos juegos el niño aprende a someterse a unas reglas, a ganar y a perder, y a encontrarse dentro de un grupo.

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